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domingo, 13 de noviembre de 2011

La diáspora con Papá

La diáspora: pulmón dominicano

Todos sabemos lo que significa, lo que pesa incluso a veces, vivir entre dos tierras. Ser un extranjero dentro y fuera de casa, correr el riesgo de perderse a sí mismo. Algunos sentimos rencor contra una patria que no nos dio las oportunidades que necesitábamos, que nos maltrató, aunque fuera quizás porque no estaba lista para nosotros. Otros, nos vimos obligados a dejar a nuestros seres queridos que, con sencillez típica, nos brindan lo mejor que tienen.

En algún momento hemos podido sentir la vida, eso que llamamos vida, que no es más que el lento discurrir de los años, nos ha alejado demasiado del destino dominicano. Ya no vemos a nuestros amigos con tanta frecuencia, cada vez hablamos menos con nuestros tíos, hermanos y sobrinos, nuestros viejos están más viejos, y aquí, lejos de aquella república que flota en el Caribe, tan bella y desgraciada, que nos dio un Trujillo, pero que también nos dio un Bosch y un Peña Gómez, aquí, lejos de aquella vida que parece hoy más un sueño que una realidad, hemos comenzado a construir algo nuevo. Algunos tenemos hijos que tienen otra nacionalidad, otros no tenemos hijos ni pensamos tenerlos jamás, pero todos tenemos proyectos que parecen empujarnos aún más hacia afuera de nuestro archipiélago caribeño. Algunos queremos olvidar ese pasado, otros anhelamos reencontrarlo. La única certeza es que ese pasado es nuestro, tan nuestro como nuestros padres y nuestra memoria. Ese pasado tiene un presente y nos afecta.

Pretender otra cosa es huir de la realidad, y la realidad es que, sin importar en qué rincón del mundo nos escondamos, tendremos siempre un pie en el territorio dominicano. Seguiremos siendo dominicanos aunque su gobierno nos haya olvidado o repudiado. Lo seguiremos siendo a pesar de que nuestro país sea ejemplo del atraso educativo, paradigma del despilfarro gubernamental y el líder absoluto del favoritismo en la toma de decisiones (según los índices de competitividad del Foro Económico Mundial).

Durante el año 2010, la diáspora dominicana le inyectó al gobierno 3,400 millones de dólares por concepto de remesas. Tres mil cuatrocientos millones tirados por el caño de la corrupción. Tres mil cuatrocientos millones que no llegaron a los necesitados bolsillos de nuestros seres queridos y que tampoco nos fueron retribuidos, menos aún reconocido nuestro aporte. Es sólo un hecho, un dato aislado. Nuestros amigos en el territorio han sido embaucados. Nosotros también.

Pueden engañarnos, pero no vencernos. La derrota es de los que se rinden, y nunca de los que creen que un país distinto es posible, nunca de los que están dispuestos a luchar. Nosotros, la diáspora, como nos llaman, somos los testigos de que otra realidad puede existir. No sólo somos un soporte económico, sino que también somos el pulmón dominicano que respira ideas nuevas y las hacemos llegar por los vientos que soplan en las vías de la comunicación. Por sesudas que sean, las ideas no son más que realidades por construir. Hoy debemos ser una vez más fuente de ejemplo y participar del cambio, y por eso Francia está con Papá.

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